A 400 metros sobre el nivel del mar, bajo la mirada del Mondúver y la frescura de la brisa del Mediterráneo sorprende encontrar el valle, durante siglos hechicero, de La Drova. Fue allí donde los monjes cistercienses del Monasterio de Santa María de Valldigna construyeron en 1723 lo que hoy, las gentes del pueblo de Barx, llaman “Las casas de La Drova”, lugar originariamente concebido para dar albergue y descanso a los trabajadores de sus tierras y animales de tiro. En el siglo XIX, fruto de la desamortización de Mendizabal, la propiedad pasó a manos de dos familias de Xaló y hoy, nosotros, herederos de esa estirpe hemos puesto en valor nuestro pequeño trozo de monasterio para que otros puedan sentir la historia a través de sus muros, sus arcos y sus paisajes.